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Evolución de la moda española
La historia de la moda desvela que esta comenzó a existir cuando el gusto por las novedades se impuso a la fuerza de la tradición.
Durante todo el siglo XX la moda española siguió las pautas marcadas por la moda francesa y la americana. A mitad de la década de los sesenta la industria española de moda se internacionalizó gracias a los nuevos sistemas de producción, pero la tardanza de tales avances fue la causa principal del retraso en el desarrollo de esta industria que en el resto de Europa ya se consolidaba como prêt-à-porter.
Para entender la moda actual, sus cambios y protagonistas, es indispensable echar la vista a atrás para conocer la sucesión de estilos y tendencias que se han producido en nuestro país a lo largo de las últimas décadas.
En los años 40 se fundó la Cooperativa de Alta Costura cuyo objetivo era prestigiar a la alta costura para distinguirla de las casas de costura que, además de indumentaria, realizaban más géneros textiles. De este modo querían atraer a un público más elitista para diferenciarse del resto de modistas. Este fue el primer movimiento firme que trató de prestigiar a la alta costura española.
El cambio más significativo de la moda fue el paso de la alta costura a la confección, al prêt-à-porter, que comenzó a producirse en los años 60.
En la década de los 50, alrededor de 15.000 mujeres vestían alta costura, frente a las 2.000 de los años 90. Para entender este cambio radical, es importante estudiar la evolución de la moda textil y la gran transformación surgida durante los últimos 60 años.
A medida que se fue multiplicando y acelerando el prêt-à-porter, fueron desapareciendo las firmas de alta costura, que realizaban trajes a medida y por encargo. Esta tendencia causó el declive de la concepción de moda como arte y colocó a los beneficios económicos en la punta de la pirámide. Como consecuencia de esto se fue dando paso a un fuerte incremento de ventas y a colecciones que a penas duran más de dos meses en las tiendas.
La industrialización modificó todas las producciones y fue especialmente significativa para la moda textil. Las modistas artesanas dieron paso a grandes fábricas que confeccionaban el doble de prendas en la mitad de tiempo, cayendo en el olvido los diseños personalizados y a medida. Se produjo así el nacimiento del prêt-à-porter, expresión francesa que significa literalmente “listo para llevar”
la Desaparición de la alta costura


Tras la restauración demográfica a finales de los 60 en España empiezan a manifestarse un grupo de diseñadores que tratan de abrirse camino en medio de las crisis de la alta costura. Estos creadores tuvieron un gran empuje internacional, comenzando incluso a hacer la competencia a Francia con precios más asequibles.
En 1959 comienzan los planes de reconstrucción del franquismo y muchos fondos se dedicaron a la industria de la moda. A pesar de ello nunca se llegaron a conciliar las exigencias de los creadores con las de los industriales: estos últimos se enriquecieron buscando el corto plazo, en vez de buscar el largo plazo como pasaba en Italia. Por este hecho las firmas de costura españolas desaparecieron, con las únicas excepciones de Elio Berhanyer y Manuel Pertegaz.
Por tanto el principal problema de España era que no existía una cultura de aprovechamiento del valor intangible de la moda, un hecho muy bien explotado en Francia.
En la década de los 60 diseñadores y boutiques sacan sus primeras colecciones y las grandes firmas de confección empiezan a incorporar diseños. Mientras, los creadores de prêt-à-porter buscaban fidelizar nuevos públicos elitistas, intelectuales y artistas principalmente.
años 60
En 1963 nace Moda del Sol, asociación de fabricantes de tejidos y confeccionistas que buscaban crear una moda española en armonía con las diversas tendencias y acorde a las necesidades del mercado exterior. Su director artístico, José María Fillol, se encargaba de sintonizar las estéticas de cada marca con las tendencias internacionales. Fue uno de los pioneros que buscó incrementar el ritmo para ponerse en consonancia con las preferencias internacionales.
En esta década la juventud se hace visible en la sociedad a través del movimiento de mayo del 68 con el que aparecen los conceptos de contracultura y anti-moda. Es entonces cuando los jóvenes comienzan a juntarse en diferentes grupos que se distinguen por la vestimenta, concepto que más tarde paso a denominarse “tribus urbanas”.
Además es en estos años cuando la alta costura se democratiza, pasando a ser la década de las boutiques. Encontramos nombres como Asunción Bastiada, Pedro Rodríguez, Manuel Pertegaz, Marbel, Vargas y Ochagavia, Herrera y Ollero. Fue en 1966 cuando Francisco Rabaneda (conocido como Paco Rabanne) comienza su andadura en el mundo de la moda creando un establecimiento con diseños propios en 1966.
Sin embargo en el año 68 se produce el "fin simbólico de la alta costura” y varias casas comienzan a cerrar. Es entonces cuando el prêt-à-porter comienza a ser el sistema de producción en España.
En cuanto a diseños, triunfa la silueta de líneas rectas y sencillas instaurada por Balenciaga, que responde a las necesidades y comodidades cotidianas. La gran novedad de estos años fue la minifalda.

En la década de los 70 la muerte de Francisco Franco en España supuso un antes y un después y se paso al “todo vale” definido por Diana Vreeland en la revista Vogue como “la nueva generación que no se somete a ninguna norma, los jóvenes hoy en día se pueden poner cualquier cosa”.
Sin embargo todos estos cambios propiciaron la crisis de la alta costura, que tuvo que redirigir sus esfuerzos al prêt-à-porter (expresión francesa que se refiere a las prendas de moda producidas en serie con patrones que se repiten según la demanda).
En cuanto a diseñadores, es la década de Pedro Rodríguez, Manue Pertegaz, Elio Berhanyer y Francisco Delgado.
En estos años comienzan a intensificarse las tendencias de la delgadez como sinónimo de belleza y la preocupación e interés por las prendas deportivas.
En 1973 se lanza la moda Adlib, nacida en Ibiza y que rezuma aires de libertad y ligereza, sin ataduras ni prejuicios.
años 70
El problema principal de España fue que no existía una única plataforma que encauzarse todas las propuestas de los diseñadores, por lo que no existía una proyección internacional de nuestra industria. Para subsanar esta decadencia apareció la primera pasarela que intentó unificar a todos los creadores con inquietudes artísticas e innovadoras; Moda del Mediterráneo, que contó con promoción mediática internacional. La principal diferencia que se apreciaba en relación con Moda del Sol es que esta se centraba principalmente en confeccionistas, dejando de lado a los “autores” sin identidad clara como diseñadores.
Se propusieron ropas desestructuradas, despegadas del cuerpo, largas y arrugadas (un estilo similar al que encontramos hoy en día, especialmente en los jóvenes). Predominaron los colores pardos, castaños y verdes sucios.

años 80
En los 80 cuajaron los movimientos acontecidos en la década anterior por varios motivos. Por un lado el sociopolítico; se creó un nuevo mercado compuesto por la nueva juventud inquieta con ansias de libertad y, en segundo lugar, por los nuevos planes de remodelación de la industria.
El plan de reconversión del sector textil se puso en marcha en 1982 y, junto con el Plan de Intangibles de 1986, supusieron un cambio en la forma de creación trasmisión de la moda.
Estos años supusieron una pequeña caída para el mundo de la moda debido a los escasos fondos de sus actores. La moda de la calle, nacida de la imaginación de estudiantes sin recursos, se adoptó como uniforme de los modernos. El diseñador que mejor supo aprovechar esta época fue Jean Paul Gaultier, quien captó estas inquietudes y las adaptó a sus creaciones.
A mediados de la década las cosas mejoraron y se desató el interés por los zapatos, los bolsos y la joyería de diseño: había nacido la marca. Nueva York se consagró como la nueva meca de la moda.
La estética que surgió a finales de 1987, sustituyó esa imagen “dejada” para crear una mujer-mujer, que recuerda a las épocas más glamourosas como las de los años 30 y los 50. Es entonces cuando se vuelve al ceñido, a las siluetas marcadas, a los tacones y a la joyería excesiva.
La moda juvenil, por su parte, siguió otro cauce durante los años 80. Los estilos de las tribus urbanas comenzaron a ganar peso –especialmente los punkies- y surgieron tendencias estridentes nunca vistas hasta entonces como los cabellos decolorados, las vestimenta totalmente negra, piercings, crestas, esvásticas, cueros… Así, lo que comenzó como un movimiento de protesta en Londres, pronto se convirtió en España en una estética de rechazo.
Adolfo Dominguez representa el gran cambio de la indumentaria masculina en los años 80. En la explosión de diseñadores de los años 80 y 90 cabe destacar algunos nombres como Toni Miró, Jesús del Pozo, Francis Montesinos, Purificación García, Pedro del Hierro, Roberto Verino y Ágata Ruiz de la Prada, entre otros muchos.
De esta forma a finales de los 70 y principios de los 80 la alta costura desaparece definitivamente y se impone el prêt-a-porter como sistema, contando con el apoyo de la administración y el Plan de Intangibles textiles que les aportan una gran promoción.
A partir de la muerte de Franco y la integración de España en Europa, las diferencias entre las formas de vestir españolas y las europeas dejaron de ser tan evidentes. La globalización tomó protagonismo y la aceleración fue el término que pasó a definir la moda a finales del siglo pasado.
Los cambios comenzaron así a ser muy rápidos y constantes. Esta gran diversificación imposibilita definir unas tendencias claras y duraderas en los últimos años. Cualquier influencia de años anteriores es posible dentro de una misma temporada.
Esta moda cambiante, que trata de transmitir cientos de mensajes en un tiempo récord, resume, en palabras de Josefina Figueras, “algunos contrasentidos de la sociedad actual y su escasa valoración por la permanencia de los criterios”.
La frivolidad del mundo de la moda se ha convertido así en una gran industria que mueve millones de euros. Las efímeras imposiciones de la moda ya no son dictatoriales; hasta los estilos más rotundos dejan un amplio margen de libertad.
La búsqueda de innovaciones y nuevos materiales conlleva también la convivencia con modas pasadas. Es tanta la rapidez y la variedad que, cuando los estilos agotan sus posibilidades, los creativos no tienen más remedio que volver la vista atrás para repetir logros anteriores. En palabras de Yohji Yamamoto, estilista japonés, “para ir hacia el futuro, tienes que hacer uso del pasado”.
Podríamos definir la moda de los últimos 20 años como una fugaz sucesión de estilos, tanto nuevos como plagiados de décadas anteriores, que han tratado de permanecer en escena el tiempo necesario para ser consumidos, admirados y olvidados.
No hay claves estéticas porque durante estos años ha desaparecido la primacía de la moda sobre la libertad de los consumidores, que han empezado a buscar su propio estilo alejándose de las pasarelas pero acercándose, cada vez más, a los grandes gigantes de la industria textil, dueños absolutos del prêt-à-porter.
Del prêt-à-porter a nuestros días
